En el día de ayer se cumplieton 40 años de la trágica inundación que destruyó Villa Epecuén, antiguo paraíso turístico del sudoeste provincial. La madrugada del 10 de noviembre de 1985, una combinación fatal de lluvias intensas, obras inconclusas y negligencia oficial provocó la rotura del terraplén que protegía al pueblo y el avance de las aguas del lago, que lo cubrieron por completo. Todos sus habitantes fueron evacuados de urgencia y perdieron todo: viviendas, recuerdos, comercios y hoteles quedaron sumergidos bajo una masa de agua salada.

El matadero, uno de los lugares «emblemáticos» de Epecuén.
Fundada en 1921, Epecuén había sido uno de los destinos más exclusivos del país, reconocida por las propiedades curativas de su laguna hipersalina, comparada con las del Mar Muerto. Durante décadas recibió a miles de visitantes que llegaban para disfrutar de tratamientos terapéuticos, hoteles de lujo y del entorno natural. “Era uno de los destinos que competía con Mar del Plata”, había mencionado Vanesa Neubauer, directora de Turismo de Adolfo Alsina, en diálogo con La Brújula 24.
Con el paso del tiempo y gracias a obras que detuvieron el ingreso de caudales externos, el agua comenzó a retirarse y dejaron al descubierto las ruinas. Hoteles, casas, calles y el histórico matadero diseñado por Francisco Salamone emergieron convertidos en un paisaje de desolación y belleza. “Después de esa tragedia, el pueblo empezó a ser resiliente y sus ruinas son de las más buscadas por fotógrafos y cineastas”, señaló Neubauer en aquella oportunidad.

Lo que fue. Imagen que refleja los años dorados del pueblo.
Ubicada a poco más de 200 kilómetros de Bahía Blanca, Villa Epecuén se transformó en un atractivo turístico único. El centro de interpretación, las excursiones nocturnas para observar la Vía Láctea y las propiedades terapéuticas del lago —con sus 32 minerales y fangos curativos— atraen a visitantes de todo el país. En Carhué, a pocos minutos del sitio, se concentran los alojamientos y servicios, junto a un complejo termal que reabre este mes.

Aguas termales de Carhué.
A cuatro décadas de la tragedia, Epecuén mantiene vivo su legado como símbolo de memoria, resiliencia y renacimiento. Donde antes hubo un pueblo sumergido, hoy las ruinas relatan una historia que sigue fascinando a quienes buscan comprender cómo la naturaleza y el tiempo transformaron la desolación en belleza.
Fuente: La Brújula 24
