«Me dio mucho terror vivir con mi progenitor», mencionó el hombre. Durante las jornadas se recibieron un total de once declaraciones testimoniales, mediante las que se abordaron parte de los 24 homicidios en 1974 y 1975.
Entre el martes y jueves de la semana pasada se desarrollaron nuevas audiencias en el juicio a la Triple A de Bahía Blanca. Durante las jornadas se recibieron once declaraciones testimoniales, mediante las que se abordaron parte de los 24 homicidios en 1974 y 1975 que se le atribuyen a la organización paraestatal.
La causa tiene como imputados a Juan Carlos Curzio, Osvaldo Omar Pallero, Héctor Ángel Forcelli y Raúl Roberto Aceituno, a quienes se acusa de haber pertenecido a la mencionada organización criminal y, en el caso de Aceituno, de ser uno de los autores del asesinato del estudiante y militante estudiantil David Hover “Watu” Cilleruelo.
Uno de los testimonios recibidos fue el del hijo y hermano de dos de las personas señaladas por la acusación como integrantes de la asociación ilícita, fallecidas con anterioridad al juicio. Se trata de un testimonio solicitado por la abogada de Hijos Bahía Blanca, Mónica Fernández Avello, luego de que el testigo hiciera llegar a dicha organización una sentida disculpa por las aberraciones de las que sus familiares se vanagloriaban.
En referencia al caso de Cilleruelo, el testigo relató que en aquella ocasión su padre y su hermano arribaron a la ciudad de Necochea en un vehículo de la universidad, luego de dar muerte a un estudiante. Su padre dijo que quiso darle un culatazo y lo mató. Sin embargo, de acuerdo con el requerimiento fiscal, Cilleruelo murió de un disparo en la nuca, siendo ambas personas sindicadas como coautores directos junto con Aceituno.
El testimonio también giró en torno a los operativos. Al respecto, dijo que su padre salía por las noches y regresaba a la madrugada con pertenencias de valor, que en algunos casos conservaban como botín de guerra. Luego, los escuchaba hablar de las personas a las que habían ejecutado. Se refirió además a la toma armada de la UTN y describió a uno de los ocupantes, de quien se decía que era quien colocaba “los caños” en las casas.
“Me dio mucho terror vivir con mi progenitor” contó el testigo. Cerró su testimonio señalando que “lo que pudiera ser pertinente es que, así como estoy declarando yo, pudieran declarar también otras personas que, aunque sus familiares estén vivos, haya una ley que les permita contar lo que vieron y escucharon”.
Más testimonios
Además del mencionado relato, durante las tres jornadas se recibieron otras diez declaraciones testimoniales. El primer testigo en declarar el martes –un empleado no docente de la Universidad del Sur– relató que, con la llegada del rector Remus Tetu, apareció un grupo armado que tomó casi por asalto el rectorado, ocupándolo las veinticuatro horas e incluso pasando la noche en el lugar.
Dio cuenta de las agresiones sufridas por un compañero de trabajo, que fue trasladado por el grupo armado en una camioneta al cementerio de la ciudad, en donde fue golpeado e interrogado. A raíz de aquella agresión, esta persona se fue de la ciudad. El testigo describió además los vehículos utilizados por el grupo, entre los que recordó una camioneta color oscuro, a la que la llamaban “la fiambrera”, y un Falcon color verde oscuro que usaban para trasladar al rector.
A continuación prestaron testimonio familiares de Alberto Mario Pojomovsky, víctima en la causa. En primer lugar lo hizo su hija, quien tenía dos años al momento de la muerte de su padre, y recién a los 13 pudo conocer que el deceso había sido producto de un asesinato. Describió además el miedo y el silencio que reinó en el ambiente familiar frente a aquel traumático y aterrador suceso y la necesidad de rehacer sus vidas.
La pareja de Pojomovsky habló sobre la noche del asesinato. Aquel día, al retirarse en su vehículo de la casa de una pareja de amigos en la madrugada del 28 de junio de 1975, un vehículo Falcon se atravesó impidiéndoles el paso. Tras un intento de secuestro, la mujer logró escapar, pero sufrió un disparo en una de las piernas en el recorrido. Cuando se alejaba del lugar escuchó los disparos efectuados a su marido, que había quedado con los captores. Luego, junto a uno de sus amigos volvió hasta el lugar del hecho, recogieron a un Pojomovsky malherido y lo trasladaron hasta un nosocomio, donde falleció veinte días más tarde a causa de los numerosos impactos.
Por otra parte, la testigo ratificó la declaración brindada ante la policía un día después del suceso, en la que entre los autos que se utilizaron en el operativo identificó al Falcon verde con techo blanco y una camioneta blanca doble cabina. Contó además que durante su agonía en el hospital, Pojomovsky manifestó que la patente del auto correspondía a un vehículo de la Universidad Nacional del Sur.
Las audiencias del juicio –en el que se ventilan 24 asesinatos cometidos entre 1974 y 1975– continuarán el 25, 26 y 27 de agosto, a las 9, y seguirán siendo transmitidas en vivo en el canal de YouTube de la UNS.
Fuente: La Brújula