Hoy es el Día del Profesor en memoria al fallecimiento de José Manuel Estrada, el 17 de septiembre de 1894. Ejemplo de educador naval es el suarense Jorge Urban quien, a sus 68 años, vivió 53 en la Armada Argentina y, 28 de ellos, frente a alumnos en un aula.
Jorge Urban se encuentra próximo a su jubilación como docente, profesión que abrazó años antes y años después de su retiro como Suboficial Mayor de la Armada Argentina. Nacido en un pueblo de alemanes del Volga, al sur de la provincia de Buenos Aires, se hizo un experto Operador General a bordo de destructores y navíos con los que recorrió el mundo, para más tarde dedicarse a transmitir su experiencia y conocimiento a sus jóvenes alumnos navales.
Sus ojos claros se llenan de emoción cuando habla del paisaje y de la gente de su tierra natal, que hornea strudel –pastel de manzana típico alemán– en una de las tres colonias alemanas de Coronel Suárez. En Santa María nació, y lo llaman desde siempre, el gringo.
En 1970, a los 16 años, Jorge Urban decidió seguir los pasos de uno de sus 5 hermanos, dejar el campo e ingresar a la Marina. “Siempre quise vestir un uniforme”, introduce. Se trasladó entonces de Coronel Suárez a Zárate, donde cursó la Escuela de Marinería para incorporarse a la Armada. En aquella época, contó, “la escala jerárquica era muy diferente a la actual: primero eras grumete de segundo y primer término, luego marinero de segunda y de primera, y recién después cabo segundo y primero, principal y mayor. Yo fui la última promoción de aquella escuela”.
Más adelante completaría su carrera en la especialidad Operaciones Generales, en el Centro de Instrucción de Adiestramiento en Operaciones. Al año siguiente, en 1971, Jorge comenzó con sus primeros embarcos, trabajando por su especialidad en los Cuartos de Operaciones de los buques de la Flota de Mar.
Al empezar su carrera, creyó que sería destinado a algún destino naval de Puerto Belgrano, por provenir de una localidad cercana, pero fueron años de mar, más que tiempo en tierra firme. Su primer destino fue a bordo del portaaviones ARA “25 de Mayo” y enseguida en el crucero ARA “General Belgrano”, entre el ‘71 y ‘72. “En aquella época, embarcar era parte del adiestramiento, que se completaba al menos en 4 años”, apunta.
Le siguió un buque clase Fletcher de la Armada, el ARA “Almirante Brown”, anterior al actual destructor de la Flota. Con él conoció Brasil, los puertos de Río de Janeiro y Fortaleza, realizando ejercicios navales combinados como el Unitas y el Fraterno con la Armada de ese país. Allí estuvo del ‘73 al ‘75. Ese año le dieron pase a otro destructor, el ARA “Py”, donde se desempeñó como Operador General Radarista.
En 1976, Jorge realizó cursos de ascenso, para posteriormente, surcar la costa del continente americano, cruzar el Atlántico, y visitar puertos europeos a bordo de la fragata ARA “Libertad”. “Fue por mérito al lograr las mejores calificaciones del curso. Tenía 27 años, había ingresado de muy jovencito y viajar por el mundo fue un gran acontecimiento para mí”, señala. En su recuerdo, visualiza el puerto de Bremen en Alemania, por el cariño a su tierra.
“Cuando me fui en la fragata, en mi pueblo se enteraron que era marino –algo fuera de lo común– y me homenajearon; fue afecto mutuo y para mí, un orgullo muy grande porque pude contar todo lo que hacía en la Armada”, relata con emoción.
Los suarenses, y en especial su familia, estaban muy orgullosos de sus logros: “Sentí una gran satisfacción”, explicó. Cuando tan solo tenía 8 años, falleció su mamá, y a los 12 ya trabajaba en el almacén familiar. A su hermano mayor le tocó el Servicio Militar y el más chico tenía 5 años, “había que trabajar y hacer los quehaceres de la casa con mi hermano, de casi la misma edad”.
Desde 1978 a 1982 prestó servicios en el destructor ARA “Hércules” que lo llevó a conocer el sur y a participar en el Conflicto del Atlántico Sur. “Era el mejor buque de la Armada. Con el destructor fuimos al desplegados al sur; estaba recién casado con María Ofelia y me fui a la luna de miel sin mi señora”, ríe.
“Cuando fuimos a Malvinas no sabíamos dónde íbamos, estaba tranquilo en ese momento porque era uno de los buques más nuevos y mejor armado. Estaba compenetrado y estábamos bien adiestrados y dispuestos; creo que el adiestramiento nos daba la seguridad al operar y era nuestra ‘arma’ contra el estrés”, remarcó. “Para cada uno, la crisis y el estrés es diferente, en mi caso tenía a mi hija chiquita, vivíamos en el barrio militar de Puerto Rosales y pensaba en ellas”, suelta y hace un largo silencio.
Más tarde, en los ‘80, llegarían al país las Meko 360 con sus equipos operativos integrados a todos los ambientes. “El cambio tecnológico se evidenció, fue rotundo, todo estaba automatizado, era como pasar de una computadora PC con AT de Tecnología Avanzada a una máquina con sistema operativo Windows”, explicó con didáctica.
Contó con entusiasmo que después de Malvinas lo designaron en comisión con unos 40 hombres a buscar a Hamburgo (Alemania) al nuevo destructor ARA “Almirante Brown”. Corría 1983 y tuvo la oportunidad de vivir en el país de sus ancestros, los alemanes del Volga. “Fue maravilloso porque estuve 6 meses allá, donde me conecté con mis raíces”, describe.
Al regresar al país, lo esperaban más desafíos. Siguió capacitándose en su especialidad y estudiando para los ascensos en la carrera militar. Volvió a navegar a bordo del “Brown” entre 1987 y 1993; y fue parte de las tropas argentinas desplegadas al Golfo Pérsico, en el marco de la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas al bloqueo impuesto a Irak.
“A bordo del ‘Brown’ partimos a Medio Oriente, estuvimos en la primera línea de acción junto a los americanos, el nivel de estrés fue diferente en esta oportunidad”, relató. En esta ocasión, también recibió mucho afecto de parte de su querido Coronel Suárez, que destacó su participación y también lo respeta como Veterano de la Guerra de Malvinas: “Recuerdo que todos me llamaron, de la radio, de la tele y hasta nota en el diario del pueblo me hicieron”, dice con alegría.
Ya con vasta experiencia y en la jerarquía de Suboficial Primero inició su camino en las aulas, siendo Instructor y como encargado del Adiestrador Táctico (ADITAC 1), un instrumento de aprendizaje esencial para los jóvenes de mar.
En esta etapa de su vida profesional, dividió su tiempo como educador y ocupando otros cargos de importancia: primero, como Suboficial Encargado de Unidad en el destructor ARA “La Argentina”, luego de la Central de Operaciones del ahora Comando de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada; y coronando su carrera con el máximo cargo al que puede aspirar un suboficial, como Suboficial de componente de la Flota de Mar en 2005.
Un cargo que incluso se comenzó a cubrir con su gestión, contó. “Estoy en la plaqueta recordatoria de bronce”, ríe con la inocencia de quien no creyera todo lo que hizo. “Yo ya quería, y sentía la necesidad de transmitir todo mi conocimiento, pero me seguían embarcando”.
Jorge navegó en casi todos los buques y “lo disfruté tanto realmente”, enfatiza sus palabras con un gesto de apertura en los brazos y los ojos azules bien abiertos. “No conocí la Antártida en toda mi trayectoria, es el único ícono naval que me hubiera encantado conocer”, apunta.
El uniforme azul por camisa y corbata
Como experto en la materia, el Estado Mayor General de la Armada le solicitó al Suboficial Mayor VGM (RE) Urban que continuara con el legado de transmitir su conocimiento a las nuevas generaciones de marinos.
Es así como se convirtió en profesor de la Escuela de Oficiales de la Armada (ESOA) de los Cursos de Posgrado en Planeamientos de Tácticas. “En los cursos CAON para oficiales navales y aviadores navales”, aclaró.
“Soy Instructor de Prácticas de Materiales Profesionales en ambientes de guerra –superficie, aérea, antisubmarina—y dicto mis clases en el adiestrador ADITAC II y en el gabinete de Prácticas Profesionales donde a través de consolas, se simulan diferentes situaciones de conflicto”, explica. Jorge habla de lo que sabe, hace presentaciones que ayudan a otros profesores y trata de bajar ese conocimiento al campo práctico.
Por su materia pasaron más de 450 alumnos, en las jerarquías de Teniente de Fragata y de Navío. “Muchos de estos jóvenes ya son capitanes de navío antiguos”, y recuerda con nostalgia a alumnos suyos fallecidos en el submarino ARA “San Juan”.
Hoy, sus alumnos lo consideran un padre porque Jorge no solo transfirió sus nociones de operador sino también su humanidad, impregnada de aquellos valores aprehendidos en la Institución, como la camaradería. “Enseñar es realmente lindo. Luego de las pautas de convivencia, lo primero que enseño es la importancia de que todos estén en pleno conocimiento de lo que se está haciendo. En el mar, el conocimiento de la situación hace la diferencia; en el aula es la gimnasia que deben hacer para estar en el Cuarto de Operaciones y desempeñarse bien”, dice con firmeza. Él también destacó a sus buenos profesores, todos fueron significativos.
En 1982 Jorge compró su casa en Ciudad Atlántida y se quedó a vivir en Punta Alta; una vez al mes viaja a Coronel Suárez, donde aún se encuentra un hermano de Jorge y su suegra.
“Aunque me siguen diciendo Mayor por la calle, ya cumplí mi ciclo y en febrero del año que viene me jubilo. Me espera una vida sin horarios y muchos viajes –dice– porque ya es hora de disfrutar lo cosechado, de descansar y dedicar tiempo a mi familia: a mi señora –su compañera de hace 44 años–, a mi hijo Jorge –quien es hoy Suboficial Segundo en la Armada–, a mi hija Valeria –quien trabaja en su agencia de lotería–; y a mis nietos, son 4 en total, más 2 nietos de corazón”, concluye con emoción.
Lo cierto es que, aunque Jorge Urban se haya retirado, sigue siendo un gran marino; y aunque se jubile, seguirá siendo un profesor ejemplar.
Gaceta Marinera – Mar Adentro