Daños irreparables en la UNS

A una semana del desastre climático que golpeó a Bahía Blanca, el rector de la Universidad Nacional del Sur (UNS), Daniel Vega, brindó un crudo balance sobre la situación de la casa de estudios. Aunque algunas dependencias lograron normalizar servicios básicos, el panorama en el complejo de Alem es desolador, con pérdidas materiales que calificó de “muy tristes”.

«Estamos tratando de ponernos de pie. Hemos logrado restablecer el servicio eléctrico en la mayoría de las dependencias. Afortunadamente, Colón 80 está casi operativo y también las Escuelas Medias y Palihue están prácticamente resueltas», explicó, destacando los avances logrados en varios sectores de la universidad tras los destrozos causados por el temporal.

Sin embargo, el rector remarcó la gravedad de lo sucedido en el predio de Alem. “ahí es mucho más compleja es la situación, porque el agua alcanzó dos metros de altura y dejó un desastre, arrasó con todo”, describió. Según precisó, a través de un servicio de emergencia lograron subir agua a los tanques y así comenzaron las tareas de limpieza en el lugar.

Uno de los mayores temores estaba puesto en el posible riesgo químico. “Por suerte, después de una evaluación, nos aseguramos de que no hubo ningún derrame en las instalaciones. El sector más crítico, donde teníamos precursores peligrosos, no fue alcanzado por el agua y no se rompió ninguna botella”, aclaró Vega. Esto permitió iniciar la limpieza sin un riesgo mayor para la seguridad del personal y las instalaciones.

El impacto sobre la biblioteca central fue devastador. “Se perdieron prácticamente 70 mil libros”, lamentó el rector. Además, contó que se vieron obligados a descartar ejemplares que, aunque no se mojaron, comenzaron a desarrollar hongos debido a la humedad. “Ayer tomamos la decisión de tirar libros que no se habían alcanzado a mojar, pero estaban en un entorno de mucha humedad”, explicó.

En cuanto al equipamiento, Vega fue contundente: “Estamos tirando contenedor tras contenedor. Son cientos de miles de dólares en pérdidas, es muy triste”. Finalmente, advirtió sobre la falta de infraestructura adecuada para afrontar eventos climáticos extremos. “Lo venimos diciendo desde hace 20 años, se sabía que iba a pasar. Desde 1944 se sabía que las obras eran insuficientes. Las ciudades no se diseñan para catástrofes y, desgraciadamente, la lluvia superó los niveles más pesimistas. Era difícil evitar las consecuencias, pero es evidente que muchas obras de infraestructura ayudarían. Y hay que ser conscientes de que no va a ser la última”, concluyó.

Fuente: La Brújula 24