Carlos Luraschi prestigioso periodista y locutor nacional reflexionó sobre la actualidad.
«En el paisaje convulsionado de nuestras conversaciones públicas, las palabras dejaron de ser puentes para convertirse en trincheras. Hoy, hablar no siempre busca comprender: a menudo se intenta imponerse. En lugar de hilvanar argumentos, muchos se aferran a etiquetas, slogans y descalificaciones como si el valor estuviera en el volumen y no en la idea.
Cuando se agotan los argumentos, aparece el grito. Cuando se acaban las razones, se recurre al insulto. Y lo más preocupante no es la falta de contenido, sino la normalización del agravio. Se aplaude al que “pone en su lugar” a otro, aunque lo haga con desprecio. Pero ¿qué lugar se construye para una sociedad cuando los únicos que hablan son los que gritan?
Muchos proclaman estar librando una «batalla cultural». Pero confunden cultura con superioridad, y discusión con imposición. La cultura, por definición, se expande, se comparte, se transforma. No se conquista. La verdadera batalla cultural no debería apuntar a silenciar al otro, sino a sumar voces, incluso disonantes, que alimenten el debate y enriquezcan la identidad común.
Dialogar exige esfuerzo: investigar, pensar, escuchar. Requiere aceptar que uno puede estar equivocado, que el otro tal vez tiene razón en algo. Pero vivimos tiempos de certezas gritadas y verdades únicas. Así, el debate pierde su nobleza y se convierte en pulseada. Y donde faltan los argumentos, sobran los adjetivos.
Volver al diálogo no es utopía, es urgencia. Necesitamos más gente que hable con respeto, que escuche con atención y que disienta con altura. Porque solo en ese terreno fértil del desacuerdo argumentado puede florecer una sociedad más justa y creativa.
Las palabras son herramientas poderosas: pueden herir, pero también sanar. Pueden dividir, pero también unir. En esta hora tensa, se vuelve imperioso que quienes tienen voz –en la radio, en las redes, en los cafés o en las plazas– vuelvan a usarla con inteligencia, con pasión y con respeto. No para ganar una discusión, sino para construir un país donde todos podamos conversar.»