En las primeras horas del 3 de marzo de 1857, la Patria perdía a uno de sus forjadores, el Almirante Guillermo Brown, Padre de la Armada Argentina. Pocos meses después, habría cumplido 80 años y, de ellos, medio siglo de vida en este suelo: «La Patria de mis hijos», como la llamaba.
Irlandés por nacimiento, argentino por adopción; Guillermo Brown fue, sobre todo, un hombre libre por su pensamiento y su fe. Hijo de un pueblo estigmatizado por el dominio británico de siglos, era inevitable que profesara una profunda devoción por la libertad del hombre en su más acabado sentido.
Las palabras de San Martín bien pudieron haber sido suyas: “Si somos libres, todo lo demás nos sobra”. Fue precisamente ese amor por la libertad y el derecho a vivir sin sometimientos, el impulso vital que lo llevó a abrazar la causa de nuestra incipiente emancipación de la corona española apenas comenzadas las luchas por la Independencia.
En 1809, como marino y comerciante, llegó por primera vez al Río de la Plata. Como habitante de estas costas y como hombre de posición y de pensamiento que era, fue inevitable que –al ser testigo de los días de Mayo de 1810– haya sentido una poderosa inclinación a favor de los patriotas que bregaban por su libertad
Había comenzado una etapa, la más importante de su vida. Desde entonces abrazó activamente la causa patriota hasta su muerte. Guillermo Brown fue un hombre de bien que cuando enfrentó el combate supo ser heroico; lo entregó todo a la Patria. Humilde y severo consigo mismo, de gran generosidad con sus camaradas y hasta con sus enemigo
El gran marino, poderosa nave humana, fue el verdadero símbolo de una fuerza indoblegable. Por todo ello lo venera su Armada. El Almirante Guillermo Brown es el símbolo más prominente de soberanía sobre nuestras aguas. Su nombre simboliza las glorias navales de nuestro país.
Su impronta ha quedado grabada a fuego en la Armada Argentina, signando con su ejemplo el estilo y los valores esenciales que desde entonces marcaron el rumbo de todas las generaciones de marinos hasta nuestros días.
Su obra sigue siendo un ejemplo; obra lograda por un hombre que poseía una firme determinación, una voluntad inquebrantable y una grandeza ética y moral, puestas sin reservas al servicio de la República. Partió de este mundo un 3 de marzo de 1857, pero su impronta sigue viva en la Armada que nos legó.
Fuente:Gaceta Marinera