Hoy se conmemora el Día Internacional del Personal de Paz de Naciones Unidas, reconocidos en el mundo como Cascos Azules. La fecha rememora la primera misión de mantenimiento de la paz, desplegada el 29 de mayo de 1948 en Oriente Medio.
Cada 29 de mayo, más de 190 naciones del mundo conmemoran el Día Internacional del Personal de Paz de las Naciones Unidas, más conocidos como Cascos Azules. El hecho es una oportunidad para rendir homenaje a la contribución del personal militar y civil en las distintas misiones de paz que la Organización de Naciones Unidas (ONU) lleva adelante en todo el mundo. La fecha no es casual; fue establecida en homenaje a la primera intervención de la ONU en una misión de mantenimiento de la paz en 1948.
Aquel año había iniciado muy convulsionado. Al asesinato de Mahatma Gandhi, que conmovió al mundo en enero, se sumaba la compleja reconstrucción de la devastada Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, concluida apenas dos años y medio antes. De los resabios de ese gran conflicto surgieron también distintas declaraciones independentistas. La primera, también en enero de ese año, fue la de Birmania, que se proclamaba autónoma del Reino Unido de Gran Bretaña.
En Oriente Medio, Palestina se dividía entre el surgente Estado de Israel –cuya independencia era reconocida por las principales potencias– y sus vecinos árabes que no aceptaban su creación. Las diferencias y enfrentamientos escalaron hasta llegar a lo que se conoce como la Guerra Árabe-Israelí, la primera luego de la Segunda Guerra Mundial, que demandó a la ONU su intervención directa. El 29 de mayo se efectuó una tregua y fue creado lo que se denominó Organismo de las Naciones Unidas para la Supervisión de la Tregua (UNTSO, por sus siglas en inglés), para lo cual el Consejo de Seguridad autorizó el despliegue de un pequeño número de observadores militares. La misión era vigilar un acuerdo de armisticio entre las partes. Esta primera misión continúa hoy en día.
Con el correr de los años se iniciaron más conflictos. La crisis del Canal de Suez en 1956; los enfrentamientos en la isla de Chipre en 1964; la Guerra de los Seis Días en 1967 y otros tantos que llevarían a que, desde entonces, más de un millón de hombres y mujeres hayan servido en 72 operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU desplegadas en diversos puntos alrededor del planeta, influyendo de manera directa en la vida de millones de personas, protegiendo a los más vulnerables y salvando incontables vidas.
A partir de 1969, la Armada participó mediante el envío de observadores militares que fueron desplegados en Jerusalén, en el Golán y en el Canal de Suez. La Guerra del Yom Kippur de 1973 sorprendió a los observadores de la Armada destacados allí, quienes participaron activamente en la implementación del Acuerdo de Retirada (Disengagement Accord), para la separación de las fuerzas de las partes en conflicto. Luego Líbano se involucraría también en el problema, por lo que la ONU estableció diversas ampliaciones del mandato inicial.
La participación argentina fue discontinuada en 1982 por la Guerra de Malvinas, retomada diez años después y proseguida hasta el presente mediante la asistencia de observadores militares que cumplen funciones en el Golán y el Líbano donde, además del mandato de supervisar e informar acerca de las violaciones a los tratados acordados, realizan verificaciones de zonas bombardeadas, campos minados y su consecuente limpieza; inspección de posiciones y acantonamientos; asistencia en tareas de enlace entre las partes en conflicto; y realización de patrullas e inspecciones sobre los asentamientos civiles, entre otras cosas.
Las operaciones de mantenimiento de la paz fueron desarrolladas por Naciones Unidas como uno de los medios para mantener la paz y la seguridad en el orden internacional. Dado que la ONU no tiene fuerzas militares o de policía civil propias, los Estados Miembros son los que deciden si participan en una misión y, en ese caso, qué personal y equipamiento están dispuestos a ofrecer.
Las Misiones de Paz se definen como el conjunto de acciones encaminadas a la contención, moderación y finalización de conflictos de carácter interestatal o intraestatal, ejecutadas mediante la participación de fuerzas multinacionales bajo el único mandato de la ONU, teniendo como valor agregado la imparcialidad y el consentimiento de las partes involucradas en el conflicto.
Argentina en su compromiso por la paz y la seguridad internacional, participa de las Misiones de Paz desde hace más de 50 años. Actualmente cuenta con personal conjunto desplegado en la sede central de la ONU en Nueva York como asesores de la Misión Permanente de la Argentina; en UNTSO (Misión de las Naciones Unidas para la Organización de Supervisión de la Tregua en Palestina); MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para Referendo en Sahara Occidental); UNFICYP (Fuerza de las Naciones Unidas para el Mantenimiento de la Paz en Chipre); y MINUSCA República Centroafricana (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas). Además posee desplegados instructores en CECOPAC (Chile) y CCOPAB (Brasil).
Ser un Casco Azul
Son el brazo armado de las Naciones Unidas. Ser un “Casco Azul” es formar parte de un grupo selecto de hombres y mujeres que lleva más de 70 años operando en los “polvorines” más complejos del planeta. Su misión es evitar la guerra. A veces lo consiguen. Otras no. Pero cada año, en esos lugares dramáticos, los soldados de la paz vuelven a plantar la bandera azul. Haber portado ese casco es algo que llevarán consigo toda su vida, junto a una medalla que colgará de sus pechos.
El Capitán de Navío Carlos Gómez Nolasco participó en dos misiones diferentes y en dos momentos distantes de su carrera. La primera fue en Chipre durante 1994/95, donde asistió como Guardiamarina siendo Jefe de Sección. “Fue una campaña con mucho trabajo porque las relaciones con las tropas turcas eran muy tensas y demandaba patrullado y presencia constante”, recordó. La siguiente fue durante 2004/05 en Haití siendo Teniente de Navío y Jefe de la Compañía Delta, con 160 infantes de Marina a cargo. “Ese era un lugar desconocido para mí, donde hubo situaciones difíciles de combate con bandas de delincuentes en Gonaives”, afirmó.
Cuando todo parecía normalizarse, llegó a la isla el devastador huracán Dennis donde la situación cambió radicalmente y sumaron la ayuda humanitaria para salvar vidas. Para él, “ser Casco Azul es sumarse a una clase de hombres y mujeres que velan por la paz en el mundo y trasmiten los valores del compromiso y la solidaridad, con la única satisfacción de lograr una sonrisa en un niño o evitar las lágrimas de un anciano en los lugares oprimidos del mundo por guerras, hambre o catástrofes naturales”.
Por su parte, para el Capitán de Corbeta Federico Fruinque “participar de una misión de paz bajo mandato de la ONU es, en principio, un enorme desafío, tanto en el aspecto personal, como en el profesional y hasta el cultural. Llevar el ‘casco azul’ y la bandera argentina al mismo tiempo es motivo de gran orgullo” relató quien actualmente tiene en su haber tres misiones en Chipre (2001, 2013 y 2014) y hoy es Jefe del Departamento Misiones de Paz del Comando de Instrucción y Evaluación de la Infantería de Marina (COIE), paso obligado para el adiestramiento de quienes serán desplegados.
Actualmente, la participación de mujeres en Misiones de Paz está creciendo cada año. Si bien hoy ronda sólo el 5%, el Secretario General de la ONU António Guterres destacó el año pasado la puesta en marcha de la Estrategia sobre Paridad de Género.
La Teniente de Navío Elisa Roth es la primera oficial infante de Marina de la Armada Argentina en ser parte de los Cascos Azules. En 2012 fue designada siendo Guardiamarina para formar parte del Contingente Argentino en Haití como Jefe de Sección de la Compañía Bravo a cargo de 28 personas con las que llevó adelante el patrullado de Gonaives y la escolta de convoyes para distribución de alimentos. Seis años después, ya Teniente de Fragata, Roth fue desplegada a Chipre conformando la Fuerza de Tareas 52 y desempeñándose como Jefe de la EP02 (patrulla de largo alcance 02 o Extending Patrol en inglés) conformada por infantes de Marina, personal del Ejército Argentino y de las Fuerzas Armadas de Paraguay.
“Ambas fueron experiencias superlativas en mi carrera, donde pude actuar en situaciones reales con grados altos de dificultad donde había que resolver contingencias cada día”, aseguró la Teniente Roth, y agregó: “Vincularse con Fuerzas de otras culturas bajo mandato de la ONU permite asimilar formas diferentes de trabajar enriqueciendo tus capacidades profesionales, aunque tenemos más cosas en común de las que creemos. Ser un ‘Casco Azul’ es la oportunidad de poder demostrar que el militar es la persona que está en capacidad física y mental para superar las exigencias y adversidades que se presenten, y cumplir la misión de ayudar a las poblaciones que lo necesitan”.
Para el cambio de milenio, el ahora Suboficial Mayor Claudio Talarico llegó a Chipre como Cabo Principal. Era la edición 14 de la misión para Argentina. Esos días pusieron a prueba muchos de sus conocimientos y también su capacidad para tomar decisiones ante situaciones que podían tornarse complicadas. “Cumplir una misión de Naciones Unidas no sólo es un orgullo personal por representar a Argentina como soldado en otras latitudes, sino también un desafío como infante de Marina al cumplir una misión real. Allí hay que interactuar con personal de otras Fuerzas, Ejércitos de otros países y civiles con conflictos serios. Hay que abrazar el profesionalismo, pero también la propia Humanidad, porque si bien uno recibe previamente instrucción especializada y experiencias del personal que estuvo en la zona de operaciones, las realidades cambian, y cada soldado debe resolver y brindar soluciones según su criterio y versatilidad. Una misión nunca te devuelve igual a como fuiste”, señaló el Suboficial Talarico, actualmente Encargado del Departamento Infantería de Marina de la Escuela de Técnicas y Tácticas Navales.
En la actualidad el mayor despliegue argentino se encuentra en Chipre –donde nuestro país participa desde 1993– con un total de 224 efectivos, de los cuales 14 son mujeres, y cuenta con militares extranjeros de Brasil (1), Chile (12) y Paraguay (12). Allí, el Teniente de Fragata Carlos David Castro, quien se desempeña como Oficial de Enlace Militar de Asuntos Civiles, está viviendo la experiencia de ser un Casco Azul en una misión atravesada también por la pandemia de COVID-19, donde a las tareas habituales de patrullaje y control, hay que sumar los protocolos establecidos para atenuar el avance del virus. Para él, “ser un peacekeeper (guardián de la paz) desplegado en Chipre es entender que como ‘embajadores’ de Naciones Unidas contribuimos a la paz y la seguridad, representando además a nuestro país en un ámbito conjunto y combinado donde debemos enaltecer el pabellón nacional demostrando los más altos estándares de eficiencia, profesionalismo e integridad”.
Hoy, en el Día Internacional del Personal de Paz, Naciones Unidas tiene desplegados a más de 95.000 miembros entre personal militar, policial y civil, en 13 operaciones. En ellos, cada Estado Miembro busca la oportunidad de reconocer el trabajo de cada “Casco Azul” que pasó por sus filas y rendir homenaje a los más de 3900 efectivos que han perdido la vida defendiendo los valores de la Organización desde 1948.
“Para millones de personas afectadas por conflictos en todo el mundo, el mantenimiento de la paz es una necesidad y una esperanza. Trabajemos juntos para hacer que nuestras operaciones sean más eficaces en la protección de las personas y en la promoción de la paz”, Secretario General de la ONU, Antonio Guterres.
Gaceta Marinera