Aunque su rol siempre fue relevante en la prevención del contagio de coronavirus, los barbijos vuelven a ser el centro de la atención debido a la gran circulación viral en un contexto donde la movilidad y las actividades están al cien por ciento, por lo que mejorar su eficacia -con material y ajuste adecuado- es clave para poder transitar con la mayor protección posible.
Argentina transita esta nueva ola por coronavirus con un alto porcentaje de su población vacunada: más del 85% recibió una dosis, el 74% tiene dos dosis y avanza el refuerzo, lo que contribuyó a que, pese a la gran cantidad de contagios diarios -que alcanzó cifras récord la semana pasada con más de 130 mil notificaciones en un día-, las terapias intensivas no se vean todavía comprometidas.
“En este contexto, y frente a un momento de la pandemia en el que no es posible poner restricciones a la movilidad y a las interacciones sociales, una de las formas más viables de sostener la actividad y a la vez prevenir es mejorar la calidad de los barbijos y para eso necesitamos varias cosas”, señaló la investigadora de Conicet Sol Minoldo.
La especialista destacó dos puntos centrales para mejorar la eficacia de los barbijos: el material y el ajuste. “El objetivo es que todo el aire inhalado y exhalado pase a través del barbijo”, describió.
Entonces, ¿los barbijos que servían para otras variantes ya no sirven?
“No es que no sirvan, ningún barbijo es una barrera perfecta pero a la variante Ómicron necesitamos ponerle barreras más fuertes”, indicó, por su parte, Andrea Pineda Rojas, investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) y del Conicet.
Pineda Rojas recordó que una de las principales vías de contagio del coronavirus son los aerosoles, “esas pequeñas gotitas (invisibles) que emitimos cuando exhalamos y que por su pequeño tamaño quedan suspendidas en el aire”.
“Un barbijo con material y ajuste adecuados permitiría filtrar ese aire que inhalamos y exhalamos protegiéndonos tanto del contagio en proximidad como a distancia”, detalló.
En ese sentido, “un barbijo común podría ser útil en interacciones cortas en exterior porque frena ‘la pluma’, esa concentración de aerosoles que emitimos cuando hablamos y que se va dispersando a medida que se aleja del emisor. Pero en cercanía y sobre todo cuando no se puede mantener la distancia durante cierto tiempo (por ejemplo, en el colectivo), el uso de un buen barbijo es clave”, dijo Pineda Rojas.
El estándar de oro de los barbijos es el denominado N95. “Es un barbijo que se ajusta por atrás de la cabeza y tiene un calce en la cara muy particular con el objetivo de que no quede ningún tipo de ‘fuga’ y se adecúe muy bien al rostro. Pero, además, el material filtra a partir del 95% de los aerosoles que respiramos y exhalamos”, describió Minoldo. A la hora de las desventajas, mencionó que “es caro”.
Los que son más accesibles son los KN95. “Tienen cinco capas, también poseen capacidad de filtrado del 95% y se sujetan detrás de la oreja”, añadió.
También están los quirúrgicos (los celestes y blancos de tres capas) que, aunque son mejores que los de tela y más accesibles económicamente, no tienen tan buena capacidad de filtrado y tienen mal ajuste.
En todos los casos, la especialista identificó el “triángulo” que se produce entre la nariz y los pómulos y el costado de los barbijos como “los lugares donde más se cuela el aire; es muy importantes adecuar a nuestra cara los que vienen con clip nasal para evitar esa fuga”, aseguró.
En último lugar de eficacia están los barbijos de tela. “Al principio de la pandemia se incentivaron porque no había suficientes barbijos de calidad para todas y todos; hoy esto ya se superó. Los barbijos de tela no tienen ni buen ajuste ni buen material”, señaló Pineda Rojas.
Fuente: Télam