Gustavo Lell es Bombero Voluntario del Cuartel de nuestra ciudad y en palabras escritas ha reflejado el espíritu que los anima y ponen de manifiesto día a día.
«RELATO DE UN BOMBERO VOLUNTARIO!
Es de madrugada. Faltan pocas horas para ir a trabajar, dormir se esta haciendo difícil. Cuando lo estoy logrando la sirena del cuartel, sin pedir permiso, invade el cuarto en el silencio de la noche. Sobre mi mesa de luz, el handy ruge pidiendo ayuda. En un instante me calzo el mameluco, las zapatillas y al cuartel. La calle está invadida de soledad, y la sirena parte el alma acelerando mi marcha. Al entrar al cuartel, escucho: » vamos a una casa».
El primer camión ya se fue, pero no va ser suficiente. Dos bomberos más llegan justo cuando estoy subiendo al autobomba; toman sus equipos en un gran bollo deforme, y lo arrojan a la cabina, su vestuario va a ser rodante. Salimos.
El destello de las luces, la adrenalina a mil. Miedo, placer y locura se juntan en un mismo tiempo. A metros del lugar podemos ver el fuego como un monstruo que se levanta a varios metros de altura. Si hasta se parece la quema del muñeco de fin de año. Pero no es un muñeco, son casas, muebles, tal vez vidas. Llegamos. El maquinista estaciona detrás del primer camión y se escucha, «ataquen por atrás, eviten que tome otra casa»… Entramos por el pasillo hasta el fondo con la manguera preparada y esperamos. Los vecinos envían con su mirada toda su confianza… ¡las chapas quemadas! ¿y el agua? ¡cuanto tarda!.
Son segundos pero parecen horas. La temperatura es terrible, la piel se estira y duele. La luz y el calor nos abraza. El maquinista grita: ¡va el agua!. Se infla la manguera, el primer chorro es para nosotros. El agua, nuestra fiel amiga, pelea duramente contra el brutal enemigo. ¡dale que avanzamos! dice mi compañero, manejando la lanza como parte de su cuerpo. Mis manos tiemblan entumecidas, aferradas a la manguera. Un líquido teñido de negro sale por mi nariz, avisando como están mis pulmones. Comenzamos el ataque, le damos pelea, y el monstruo se retira lentamente. Lo que fueron casas, ahora son escombros deformes. Un triciclo ha quedado mal herido, y espera un niño que lo consuele. A las 4:30 regresamos. El alma de un viejo bombero parece decir ¡bien muchachos!, pero los jefes en los trabajos protestan porque vamos cansados. En casa, madres y esposas no dicen nada, pero sabemos que poco han dormido por nosotros, así es nuestra labor…
BOMBEROS VOLUNTARIOS
Cómo decía, vivimos de nuestros trabajos y cumplimos con nuestras obligaciones.
Cuando algo pasa, cuando alguna emergencia nos solicita, dejamos todo lo que estamos haciendo y corremos al cuartel, Nos escapamos del trabajo. Dejamos el chico con el vecino, Nos vamos de un cumpleaños, de una juntada con amigos o incluso de ese partido tan importante de nuestro hijo.
Dejamos la familia, el trabajo y los amigos por vos, por vos, por el, por ella. Por quien sea. No importa si sos famoso, si te conocemos o no te vimos nunca, No importa si estas de pasada o hace muchos años que vivís acá. Para nosotros es lo mismo, Es lo que elegimos hacer y lo hacemos con orgullo y pasión.
Horas, días, semanas, meses y años preparándonos. Instruyéndonos, capacitándonos y rindiendo exámenes para ser cada vez mejores. Para brindar un servicio de calidad, para salvar una vida, una casa o un animal.
Porque portar este uniforme no es solo para demostrarlo sino para llevarlo con orgullo y mucha responsabilidad…»