María Belén Alfonso creció en la pampa bonaerense y hoy trabaja en Asia, en un proyecto internacional estudiando los desechos plásticos en el ámbito marino. La UNS y el IADO la llevaron a cruzar fronteras propias y miles de kilómetros, y ahora recopila información para lograr políticas públicas amigas del medio ambiente.
Por su infancia en Carhué y sus veranos en la laguna de Epecuén, María Belén Alfonso decidió estudiar Biología. A los 18, se mudó a Bahía Blanca, hizo la licenciatura y luego se doctoró en la UNS. Sus tesis fueron sobre la ecología del zooplancton en la laguna Sauce Grande y el impacto de la variabilidad climática en las comunidades zooplanctónicas de la Laguna La Salada, de Pedro Luro. En el Instituto Argentino de Oceanografía se interesó por los microplásticos y empezó trabajos en equipo sobre los lagos en el país.
Hoy, a los 35 años, vive en Bangkok, capital de Tailandia, y se aboca a un proyecto multinacional sobre microplásticos de la universidad japonesa de Kyushu, de la que es docente desde el año pasado.
“Siempre estuve conectada con la naturaleza. Recuerdo mi niñez en la laguna, a donde íbamos a pasar las tardes con amigos y familia. Ya me interesaban las temáticas medioambientales, incluso armaba juegos o actividades con mis amigas de la escuela para tener un eco-club”, recuerda.
Hija de una maestra de primaria y un chofer de camiones pudo, gracias al esfuerzo familiar, estudiar en la UNS. “Posteriormente, obtuve la beca doctoral y con más coraje que otra cosa, me animé a viajar, a participar en congresos internacionales, gracias básicamente a mi directora de tesis en el Instituto Argentino de Oceanografía (IADO), la doctora María Cintia Piccolo, y a buscar un posgrado en el exterior”.
Así llegó la pasantía por nueve meses de 2021, en el Research Institute for Applied Mechanics (RIAM) de la Universidad de Kyushu, Japón, en colaboración con el doctor Atsuhiko Isobey, en el marco de una iniciativa internacional.
“Nunca me arrepentí de aceptar el desafío y siempre estaré agradecida por la oportunidad. Lo anecdótico fue que, al llegar al hotel, encendí la televisión y, de repente, en ese canal japonés estaban pasando un documental sobre la historia del lago Epecuén, con imágenes y noticias. ¿Cuántas chances había de que eso ocurriera? Ahí pensé que tenía que ser así!”, contó.
Le ofrecieron un cargo docente en la universidad nipona y tomar parte de un proyecto inédito, para investigar la contaminación plástica en ambientes marinos en países del sudeste asiático, financiado por el gobierno japonés.
“Acá aprendí sobre las últimas tendencias en estudios sobre microplásticos y el uso de equipo de alta complejidad para el análisis de los polímeros plásticos, que es un paso fundamental en el estudio de la contaminación plástica.
“Me encuentro estudiando la ingesta de microplásticos por parte de organismos planctónicos, una de las principales vías de ingreso a las cadenas tróficas marinas. A su vez trabajo en colaboración con organismos como el Ministerio de medio ambiente de Japón y con Global Partner Marine Litter en la discusión para la armonización del estudio de microplásticos en el medio ambiente y la creación de plataformas globales sobre la presencia y abundancia de microplásticos, entre otras cosas. El fin es hacer la información científica a nivel internacional accesible para el desarrollo de políticas públicas para combatir la contaminación marina”, definió.
“Es una experiencia por sobre todo desafiante, ya que las diferencias culturales entre Asia y Latinoamérica son enormes, pero me he sabido adaptar de buena manera, y mis colegas me han ayudado mucho durante este proceso. Lamentablemente no sé japonés ni tailandés, pero por suerte en Bangkok se habla básicamente inglés”, destacó.
Bases de la iniciativa japonesa en mares del continente asiático
“Se cree que la región del sudeste asiático es un punto crítico de contaminación plástica marina. Sin embargo, la influencia del plástico marino en el ecosistema y la actividad humana aún no está suficientemente clara. Este proyecto establece un centro de investigación en Tailandia para estudiar las formas en que los desechos plásticos se liberan en los océanos y el impacto de los desechos en el medio ambiente oceánico. También tiene como objetivo monitorear las rutas de los desechos plásticos marinos desde la tierra al océano y el volumen de plástico emitido, y pronosticar niveles futuros de emisiones de microplásticos marinos.
“El proyecto apoyará al gobierno de Tailandia en la formulación de una política para reducir los plásticos marinos basada en el conocimiento científico. También extenderá la iniciativa en Tailandia a otras naciones vecinas y contribuirá a la reducción sostenible de los plásticos marinos en el sudeste asiático. Entre otras cosas, se espera que este centro de investigación desempeñe un papel en la demostración de la base científica para reforzar las políticas de reducción de los plásticos marinos”, establece el estudio que integra Belén.
La infancia y su formación
“Nací en Florencio Varela, pero me crié en Carhué, fue hermoso; es muy tranquilo. Dejábamos nuestras bicis en cualquier lado, jugábamos en la plaza e íbamos y veníamos solos sin que nuestros padres se preocuparan. Los veranos los pasábamos en la laguna Epecuén, a donde iba con mi familia a tomar mate y pasar la tarde, ya sea con mis vecinos o con mis amigas.
“A Carhué vuelvo siempre, al menos una vez al año. Siempre se siente bien, aunque debo reconocer que ahora me siento como en casa en varios lugares, pero Carhué es el más añorado. Allí me reencuentro con mi familia, mis amigas de toda la vida y ese paisaje y aire puro (que no es poco) y la tranquilidad que lo caracteriza. También visito Bahía Blanca; tengo a muchos de mis mejores amistades que cultivé durante más de una década.
“De Argentina extraño a mi gente sobre todo, pero también el ritmo de vida más tranquilo y la comida de mi mamá. Aunque aquí en Bangkok me armé de un círculo argentino con el que nos arreglamos bien para compartir algún vino o algo rico de allá cuando podemos”, relató.
“La carrera en la UNS me encantó; disfruté mucho de mi formación académica, los viajes de campo y estar rodeada de gente que le interesaba tanto como a mí. Me abrió la mirada al mundo científico internacional.
“Trabajar en microplásticos es un tema que me cautivó por su impacto más inmediato en la sociedad y el problema de la contaminación plástica, que es clave a resolver hoy en día.
“Es gratificante saber que los científicos argentinos podemos hacer ciencia a nivel internacional con mucho menos de lo que se puede acceder en el exterior. Sin embargo, ser capaz de tener acceso a los amplios recursos en el exterior y los contactos con profesional de renombre en el ámbito científico internacional es una oportunidad para no desaprovechar y la recomiendo”, cerró.
“El problema por contaminación plástica se puede y se debe abordar a nivel local, pero para ello es clave también contar con políticas y acuerdos internacionales. La basura plástica, sobre todo los microplásticos, se transportan a cortas y largas distancias a nivel mundial, convirtiéndose en un problema complejo y de contexto general.
“Mientras tanto, sigo trabajando en colaboración con mis colegas de Argentina, sobre todo en el estudio en lagos y embalses. La idea es coordinar un monitoreo a nivel país para saber el estado sobre la contaminación por microplásticos en distintos lagos, lagunas y embalses, un tema de lo que poco se sabe aún a nivel país, solo hay unos pocos estudios”, declaró.
Prensa UNS