Relojes, juguetes, controles remotos y linternas…¿Qué hacemos con las pilas que ya no se usan? ¿Dónde y cómo debemos desecharlas? Son preguntas qué más de una vez surgen en los hogares. Lo cierto es que, en muchos casos, estos elementos finalmente son descartados junto a los residuos comunes, o bien quedan por años guardados en el fondo de algún cajón de la casa.
Ante la baja degradabilidad de las pilas, una gestión correcta de estos elementos es la clave para lograr una relación amigable con el ambiente y aportar a la economía circular. Un grupo de expertos del CONICET busca brindar una alternativa para recuperar los metales peligrosos que componen a las baterías y reutilizarlos en diversos ámbitos de la industria.
“Cuando decimos que una pila está agotada, es porque quizás ya no puede hacer funcionar ciertos artefactos, pero, en realidad, por dentro siguen ocurriendo reacciones químicas. Cuando llegan al agua o al suelo, estos metales, en ciertas cantidades, pueden ser tóxicos y, por este motivo, no pueden tirarse junto a los residuos comunes”, explicó, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, Victoria Gallegos, integrante del Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias Aplicadas «Dr. Jorge J. Ronco» (CINDECA-UNLP-CONICET).
Miles de TN contaminantes
Según la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC-PBA), Argentina importa al año entre cinco y seis mil toneladas de pilas, las cuales tardan entre 100 y 300 años en degradarse y sólo tienen un tratamiento menos del 50 por ciento de ese total. Además, se estima que cada pila puede contaminar alrededor de seis mil litros de agua.
“El reuso es una gran salida , sobre todo en estos tiempos. Avanza todo tan rápido, todo tiene una vida útil finita, que pensar en reciclado y volver a insertarlo en una cadena productiva es novedoso y acompaña los principios de la economía circular”, agregó la doctora en Química.
De Buenos Aires al mundo
Desde la planta científico-experimental del CINDECA, los especialistas aseguran que el reciclado es una gran solución a esta problemática. La planta cuenta con capacidad para el tratamiento de unos 100 kilos de pilas por mes, lo que equivale al consumo de una población de entre seis y ocho mil habitantes.
“En la planta se recicla completamente toda la pila: la carcasa sirve como chatarra y lo que está en el interior, como el manganeso, se separa y se les da distintas aplicaciones. Por ejemplo, una parte del grupo está trabajando con el óxido de zinc -que es más amigable con el ambiente- en hacer pinturas con fungicidas y bactericidas”, afirmó Jorge Sambeth, doctor en Ciencias Químicas (CINDECA-UNLP-CONICET).
Investigación de la UNLP
“También trabajamos junto con la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNLP para, a partir del zinc, poder inhibir el crecimiento de virus como la fiebre porcina e incluso en procesos de catálisis para eliminar contaminantes en agua y en aire. Otras aplicaciones son utilizar estos materiales en las cubiertas de los neumáticos o fabricar ladrillos”, continuó el investigador.
Sin embargo, para el experto estas acciones no son suficientes y es necesario que exista una gestión de estos residuos contaminantes a nivel federal. “Nosotros, como científicos, aportamos la información y detallamos los caminos, pero los tomadores de decisión son quienes deben crear estrategias de recolección y tratamiento en todo el país, de manera integral”, aseveró Sambeth.
Problema a futuro
Por último, el doctor en Ciencias Químicas advirtió que China está fabricando pilas cuya carcasa es de aluminio, lo que tendrá consecuencias en un futuro. ¿Qué significa esto?
“Representa un problema porque el aluminio se destruye más rápido y pueden contener mercurio. La ley 26184 prohíbe importar pilas que tenga más de 0.0005 por ciento de este componente, pero suponiendo que de cinco mil toneladas la mitad contenga mercurio, estaríamos en unas 10 toneladas de mercurio, un metal altamente tóxico y nocivo para el ambiente y los seres humanos”, alertó.
Entre las recomendaciones del equipo para la vida cotidiana, destacaron la reducción del consumo de artefactos y dispositivos que requieran este tipo de baterías, o bien, el uso de pilas y baterías recargables que presentan una mayor durabilidad, calidad y por ende, un impacto más positivo en el ambiente.
Fuente: InfoGEI