Sólo tres carillas de un cuaderno, escritas con birome y con una redacción y una ortografía impecables, bastaron para que una madre de dos graduados de esta Universidad cuente un ejemplo más de por qué los y las estudiantes en la UNS no son “un número”, como muchos creen. Iara Orellano Antonacci es Ingeniera en Alimentos e Ingeniera Química. Su hermano Sebastián es Licenciado en Turismo.
Entregada en mano al Rector luego de la graduación de este último el pasado mes de septiembre, cuenta también la incertidumbre de miles de padres que envían a sus hijos e hijas a estudiar fuera de sus hogares. En la UNS, casi 15 mil alumnos y alumnas no son oriundos de Bahía Blanca, sino que provienen de otros pueblos, ciudades y hasta alejados parajes de la Patagonia.
En su misiva, la familia agradece a autoridades, docentes y “hasta el más humilde de los cargos” de la UNS por la formación brindada a sus hijos. “Dejamos hace algunos años a nuestros hijos llenos de preguntas, de dudas, de contradicciones. Nos devuelven hombres y mujeres formados, responsables, con los valores fortalecidos y con las herramientas necesarias para enfrentar esta hermosa aventura que es la vida”, reconoce.
“Sólo los padres que provienen de pequeñas localidades donde sus hijos han asistido a instituciones educativas en las que cada profesor conoce su historia desde el día mismo que nacieron saben de lo que estoy hablando: de los miedos, las incertidumbres, del nudo en la garganta cada vez que veníamos a visitarlos”, cuenta la madre. La familia es oriunda de Oriente, un pequeño pueblo de tan solo 1800 habitantes ubicado en el partido bonaerense de Coronel Dorrego, a 175 kilómetros de Bahía Blanca.
«Confieso que muchas veces pensé “Aquí seguramente serán un número”. Reconozco que cometí un gran error al pensar de este modo. Para fundamentar esta afirmación solo relatare dos hechos. En ocasión de haber fallecido mi suegra, y a dos días de este acontecimiento, mi hija estaba escuchando a la profesora de Análisis Matemático II, quien al observar que tenía los ojos llenos de lágrimas se acercó y le preguntó qué le ocurría. Ella logró explicarle el motivo de su tristeza. Cuando terminó la clase mi hija sintió una mano en su hombro. La profesora caminó junto a ella todo el tiempo que duró el recreo encontrando palabras que la consolaron y llevaron alivio a su tristeza».
“Igual reconocimiento para las dos profesoras que acompañaron a mi hijo en la elaboración de su tesis, asesorándolo y apoyándolo en los momentos en que por distintos motivos se sintió desalentado, permitiéndole llegar a buen término en su carrera”.
“La nota me sorprendió, es frecuente que cuando terminan las entregas de diplomas los padres y familiares se acerquen y agradezcan o saluden. Pero no que entreguen una carta expresando tanta emoción”, señaló el rector, Daniel Vega. “Quienes venimos de otros pueblos o ciudades (Vega es oriundo de Coronel Suárez) conocemos muy bien lo que pasan nuestras familias cuando nos vamos a estudiar afuera. Con 18 o 19 años dejamos el nido y nos vamos a una ciudad grande, a experimentar algo nuevo, y nuestros padres y abuelos quedan con dudas, algunos miedos… pero es la vida, es crecer”, agregó. “Pero no es así. Acá nadie es un número. Cada tutor alumno, cada ayudante de cátedra y cada docente conoce prácticamente a todos sus estudiantes por su nombre de pila, y trabaja con mucha pasión y mucha vocación para ayudarlos a alcanzar sus objetivos”.
“Yo le digo a esa madre que nuestra universidad no tiene como objetivo formar buenos profesionales, sino formar buenas personas, y darle herramientas de excelencia para hacer realidad una vocación ejerciendo una profesión. Pero trabajamos con materia prima que viene de sus hogares, de sus familias. Si sus hijos son hombres y mujeres con valores, es porque en su casa también los han educado así”, remarcó.
La carta:
Oriente, 10 de septiembre de 2021
Al rector de la Universidad Nacional del Sur, licenciado Daniel Vega, y profesores de carreras de Ingeniería en Alimentos, Ingeniería Química y Licenciatura en Turismo
Creo oportuno comenzar estas líneas pidiendo mis sinceras disculpas por el atrevimiento de distraer la atención de ustedes. Espero encontrar el atenuante a este impulso en la enorme necesidad de expresar el sentido y sincero agradecimiento de mi esposo y mío hacia la Universidad Nacional del Sur toda, desde el grupo directivo que rige sus destinos hasta el más humilde de los cargos.
En el año 2008 primero y en el año 2009 nuestros hijos ingresaron a la UNS, habiendo egresado de distintas carreras en los años 2013, 2014 y en el día de la fecha
Sólo los padres que provienen de pequeñas localidades donde sus hijos han asistido a instituciones educativas en las que cada profesor conoce su historia desde el día mismo que nacieron saben de lo que estoy hablando: de los miedos, las incertidumbres, del nudo en la garganta cada vez que veníamos a visitarlos.
Me llevo de Bahía Blanca, y especialmente de esta casa de estudios, imágenes que me acompañarán por siempre. Recuerdo las primeras visitas, sentarme en la verja cerca de la fuente de Lola Mora y observar, entre admirada y feliz, la cantidad de jóvenes que durante horas entraban y salían. Confieso que muchas veces pensé “Aquí seguramente serán un número”. Reconozco que cometí un gran error al pensar de este modo. Para fundamentar esta afirmación solo relatare dos hechos. En ocasión de haber fallecido mi suegra, y a dos días de este acontecimiento, mi hija estaba escuchando a la profesora de Análisis Matemático II, quien al observar que tenía los ojos llenos de lágrimas se acercó y le preguntó qué le ocurría. Ella logró explicarle el motivo de su tristeza. Cuando terminó la clase mi hija sintió una mano en su hombro. La profesora caminó junto a ella todo el tiempo que duró el recreo encontrando palabras que la consolaron y llevaron alivio a su tristeza.
Igual reconocimiento para las dos profesoras que acompañaron a mi hijo en la elaboración de su tesis, asesorándolo y apoyándolo en los momentos en que por distintos motivos se sintió desalentado, permitiéndole llegar a buen término en su carrera.
En el nombre de las profesoras Soledad Gallucci y Brenda Jonke vaya mi reconocimiento a todos los profesores de nuestros hijos que les enseñaron, sobre todo, que “con las dificultades no se pacta… o las vencemos, o nos vencen”
Lo antes expuesto me permite reconocer mi error al pensar que la cantidad desmesurada de alumnos que recorren sus aulas hace que cada uno de ellos sea un número.
Hoy, como familia, nos despedimos de la UNS después de haber disfrutado de una gran experiencia de vida. Dejamos hace algunos años a nuestros hijos llenos de preguntas, de dudas, de contradicciones. Nos devuelven hombres y mujeres formados, responsables, con los valores fortalecidos y con las herramientas necesarias para enfrentar esta hermosa aventura que es la vida.
Gracias querida Universidad Nacional del Sur.
Siempre en nuestros corazones.
Familia Orellano Antonacci.
El texto completo de la carta, que puede verse original en este enlace, es el siguiente:
https://st02.uns.edu.ar/noticias/documentos/222.pdf
Prensa UNS