Eran grandes o pequeños reinos, principados o ducados que casi siempre estaban guerreando entre ellos. Gaetano (ese es su verdadero nombre) nació en Vicenza, norte de la actual Italia, en el siglo XV. Fue el último de los tres hijos del conde Gasparo di Thiene (un militar que murió en 1492) y de la condesa María Da Porto, quien más tarde se convertiría en terciaria dominica.
Su familia dominaba la región entera, casi como reyes absolutos. Las raíces de los Thiene se remontan al S. X y el apellido parece haber sido tomado del topónimo: “Atenas” es decir algún lejano antepasado llegó a esa región y comenzó a ser llamado “De Athenis”. El Feudo era regenteado con mano férrea por parte de los condestables y la zona recibía como nombre al de la familia. Este linaje tuvo una importancia considerable bajo todos los gobiernos importantes de Vicenza: en el consejo de la ciudad los Thiene tuvieron varios escaños.
Gaetano no estaba fuera del círculo del poder de su familia, y en 1504 obtuvo el doble doctorado en derecho civil y canónico en la universidad; y en 1506, a los 25 años de edad y gracias a las relaciones de sus tíos, tuvo la oportunidad de ser nombrado protonotario apostólico en la corte del papa Julio II, en Roma. Desde ese puesto ayudó a reconciliar a la Santa Sede con la República de Venecia.
La vida de Cayetano no será fácil: viajará continuamente, cuidará enfermos, creará hospitales y fundará una congregación en la que los miembros vivirán solo de la providencia del Señor. Arriba a Nápoles en 1534 a tiempo para presenciar los violentos acontecimientos que siguieron al intento realizado por el virrey Pedro de Toledo de introducir en el Reino de las dos Sicilias el tribunal de la Santa Inquisición española. Parece que en aquellos días intentó mediar entre las autoridades españolas y los rebeldes pero sin resultados apreciables.
Iba y venía, hablaba con unos y otros para mediar por la paz en las ensangrentadas calles de Nápoles. Su organismo no pudo soportar tanto dolor, sufrimiento y muerte, y súbitamente se desplomó en la iglesia. Los médicos le recomendaron reposo y tranquilidad, pero se rehusó y falleció en la noche del domingo 7 de agosto de 1547.
En Argentina el propulsor de la devoción de San Cayetano fue el Padre Domingo Falgioni, párroco desde 1928 a 1938. Según cuentan, él envió a cada persona de la guía de teléfono de aquel tiempo (no serían muchos), una estampa del santo que poseía una espiga como símbolo del Pan, que por la crisis escaseaba, y realizó también una campaña periodística a través del diario Católico “El Pueblo”.
Hay, también, un relato popular que narra el hecho milagroso de una lluvia que fue solicitada al Santo por la sequía que asolaba al país. Luego de una rogativa a San Cayetano, llovió y volvió a crecer el trigo… y de allí las espigas. Cualquiera de las dos versiones pueden ser válidas, pero el hecho es que en la Argentina, San Cayetano lleva espigas y es el único lugar en el mundo que las posee.
Fuente: Infobae