Jonathan Gutiérrez, el último de los detenidos –recuperó ayer a la tarde la libertad– en el marco de la causa “robacables”, quien declaró días atrás y se convirtió en una suerte de arrepentido, pasó esta mañana por los estudios de La Brújula 24 para contar su verdad.
Un testimonio impactante en el que señala que el policía Ñancucheo estuvo en el lugar de los hechos cuando se produjo la tragedia y que ayudó a cargar los cuerpos. También afirma que el uniformado estuvo en la previa, cuando se planificó el robo.
En un mano a mano con el periodista Germán Sasso, Gutiérrez, de 34 años, remarcó que “a mí me llamaron ese día para hacer una changa, yo soy albañil y hago plomería. Los chicos eran mis amigos y me dijeron que había que ir a juntar metales, no me pareció mal”.
“Me dijeron que íbamos a juntar metales y accedí, no pregunté más nada. Después me informaron que eran unas líneas de cobre que estaban en desuso. Me llamó Facundo –uno de los fallecidos-, un amigo mío, me dijo que había una changa y si podía ir a hablar con él a la casa del hermano. Ahí me comentó que el viejo ‘Harry’ necesitaba gente para ir a juntar unos metales”, explicó.
Y agregó: “Changas se necesitan, cuatro chicos tengo que mantener y se pone muy duro porque no alcanza la plata. Son todos metaleros ellos, los conozco, chatarreros, juntan de todo. Serían las siete de la tarde más o menos cuando hablamos”.
En su relato, Gutiérrez contó que “después nos vamos a lo de Gallardo, en el barrio 5 de Abril, con Fede, Joaquín y el Facu. Yo lo había visto, pero no tenía un trato. Nos comentó que había un trabajo y que nos pagaba 30 ‘lucas’ en el momento, que me venían al pelo. Estábamos ahí esperando que llegara más gente para hacer el laburo, cayó el cana este y salimos. Yo solo conozco a los tres chicos, que eran mis amigos. Incluso nos dijeron que íbamos con custodia policial”.
“Llega como civil –Ñancucheo-, no me acuerdo si tenía el chaleco. El handie se lo vi, y se escuchaba la frecuencia. Fuimos a hacer la changa y ahí pasó todo lo que pasó”, explicó.
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“Compramos bebida, echamos combustible en una estación. Harry venía más atrasado y es el que sabía dónde estaba el trabajo, por eso los esperamos un poco. Él fue punteando y nosotros atrás hasta que llegamos al campo, paramos en la banquina y entramos para hacer el trabajo nosotros”.
“Él –por Gallardo– los mandó a juntar las líneas y dijo que no había corriente, que ya estaba todo arreglado. Cruzamos el alambrado y caminamos unos 50 metros más o menos, estaba todo oscuro. Zumbaban las líneas y me dio desconfianza, por eso me quedé a un costado. Llegamos a tener una discusión por eso”.
“Mucho detalle no puedo dar porque no lo estaba haciendo yo, sino no estaría acá. Yo iba a cargar las cosas en la camioneta. Me alejé un poco del grupo, cortaron uno y no pasó nada. Se pasaron para el otro lado, yo me retiré unos metros, escuché un zumbido y me di vuelta, pero no había nada raro. Ahí escuché como un grito, como un llanto, era el chico que se salvó que estaba quemado. Ahí volví corriendo porque no veía nada, lo encontré a Chamorro y le pregunté por los chicos, pero no podía responder. Gritaba del dolor, en la camioneta vi que le dolía mucho los brazos, se le veían las manos negras”.
“No me podía contestar, yo no pensé nada, empecé a los gritos a llamar a los otros y no contestaban. Los encontré tirados y me di cuenta de que les había agarrado corriente. Me agarró un ataque de locura, estaban todos ahí como abrazados, yo hice lo que pude porque no soy doctor. No puedo decir si ya estaban muertos o murieron en el hospital, fue terrible”.
“Fui a la ruta a buscar a los otros y no estaban. Volví con mis amigos, traté de llamar y no tenía señal. Empecé a correr para todos lados buscando señal y me pude comunicar para avisar que fueran a buscar a Bruno, hermano de uno de los chicos. Me temblaba todo el cuerpo, los nervios, ellos no me respondían, fue horrible la impotencia”.
“En eso veo unas balizas en la ruta, salí corriendo y era el viejo sinvergüenza este de Gallardo. El hombre los quiso abandonar ahí. Le dije que a los chicos les había agarrado corriente, le insistí que había que entrar al campo y no quería hacer nada. Le tiré unas trompadas, no quería entrar porque decía que lo iban a llevar en cana, igual que un perro lo quería dejar. Le tocó el pulso al hijo y dijo ‘ya está listo’. Yo estaba en un ataque de locura, ahí le dije que los teníamos que cargar. El policía incluso me ayudó a cargar a los otros dos, pero no dijo ni una sola palabra”.
“Yo subí de acompañante, Chamorro en el medio, y salimos directo al hospital. No me di cuenta de que íbamos a baja velocidad, pero según Bruno que nos fue a auxiliar, él nos cortó porque íbamos despacio, le sacó la camioneta al viejo este y yo me fui en el Focus suyo, porque sin querer lo venía apretando en el brazo a Chamorro y gritaba mal por el dolor”.
“No me quería despegar de los pibes. Llegué al hospital, entré por el fondo de la guardia y ahí se me bajó la presión cuando me dijeron que estaban muertos. Vengo acá a dar la cara porque soy laburante, no pertenezco a ninguna banda, somos todos laburantes”.
“Yo me puse a disposición porque me parecía injusto lo que se estaba hablando, nada era verdad, alguien lo tenía que hacer. Me fui a poner a disposición de la Justicia, me pareció mal el procedimiento, no me quisieron tomar la declaración y al rato tenía la casa llena de policías. Yo quería ahorrarle todo eso a mi familia, tengo cuatro chicos chiquititos, incluso estaban cuando llegaron. Yo no soy un delincuente. Ahora se me bajonearon todos y están engripados en casa”.
“De mi parte no lo perdono –a Gallardo-. No sé si lo hizo de cagón o por qué. Incluso se fue del hospital antes de saber cómo estaba su hijo. Tenés que ser de fierro, si a un hijo mío lo lastiman me pongo loco. Tiene corazón de piedra”. “Por mí que se muera, que se pudra en la cárcel. Yo le diría que es un cobarde, sabe bien lo que hizo”.
“Recién llegué anoche a mi casa, abracé a mis hijos y me quedé, no salí a ningún lado. Yo no tengo nada que esconder. Estuve preso dos días en La Rural y desde ahí me pasaron a Pigüé, ahí estuve bien, podía hablar con mi familia”.
“No era una banda de robacables, me parece muy injusto que digan eso”.
“Estuve muy mal, encerrado varios días. No podía dormir, cerraba los ojos y veía a los chicos ahí, todos abrazados. Los quiero recordar bien porque pasamos muchos buenos momentos. Le conté todo a mi señora, le hice pasar un mal momento, porque nosotros no estamos acostumbrados a estas cosas, nunca estuve preso ni en ninguna comisaría. Le hice pasar un mal momento a toda la familia”.
Fuente: La Brújula 24