Emmanuel Monzón nació en Ledesma hace 33 años, y a sus 23 dejó la provincia para incorporarse a la Armada Argentina, aunque siempre vuelve a sus pagos a visitar a sus 7 hermanos, madre, sobrinos, familia y amigos de la infancia.
Fue en el 2014 cuando decidió ingresar a la Escuela de Suboficiales de la Armada luego de escuchar una charla dictada por personal naval en su ciudad: “Recuerdo que habló un suboficial maquinista, quizás por eso elegí la especialidad; habló de su paso por la Armada y las navegaciones”, relata Emmanuel.
Las palabras de aquel suboficial que describían todo lo que podía llegar a hacer en la Armada, lo entusiasmaron tanto que dejó su trabajo en su ciudad. “Tenés que vivirlo”, recuerda que le dijo el uniformado, y agrega: “Mi hermana mayor también me incentivó mucho a ingresar, ella me decía que me imaginaba trabajando ahí”.
Cuenta que es el único en la familia que siguió una carrera naval y sólo una de sus hermanas una carrera de Armas, es Gendarme Nacional. Incluso confiesa que no tiene vínculos con el ámbito y nunca estuvo cerca del mar o de alguna masa de agua, “no conocía siquiera un arroyito, nada”, apunta y se sonríe; aunque sí recuerda que su papá hizo el Servicio Militar Obligatorio, le había gustado, pero se dedicó toda la vida a la construcción.
“Soy Maquinista Motorista y en la Armada hago lo que nunca me hubiera imaginado, aprendí mucho y mi meta es siempre aprender más y mejorar”, enfatiza el joven marino de Jujuy.
Antes de navegar en el “Sarandí”, su primer buque de embarco en el 2021, el Cabo Monzón estuvo destinado en el Destacamento Naval de Río Grande en Tierra del Fuego. “Antes del agua, conocí muy bien el frío y el viento”, se ríe. “El viaje al sur fue largo, y no sabía lo que me esperaba, pero estuvo muy bueno conocer primero destinos en tierra”, asegura.
Hoy se encuentra en el Departamento Máquinas (División Alfa) del destructor, que “se encarga de la habitabilidad y confort de la unidad, es decir, que funcione la electricidad para las luces, las bombas de agua dulce y salada para duchas y baños, la cámara frigorífica, compresores y aletas de estabilidad del buque”, orienta como ejemplos.
“A bordo, estoy en el subcargo Combustible y este año tengo la función de ser auxiliar de maniobra. Cuando el buque realiza alguna maniobra marinera y cada uno toma su puesto, guardia o rol de trabajo; yo me quedo a cargo de los equipos y de la consola de control, donde doy parte y registro de novedades”, explica.
En una foto, se observa al Cabo Monzón suministrando combustible a una aeronave de la Fuerza que se ejercita en prácticas de anavizaje y despegue (PAYD) en el mar, en la cubierta de vuelo del destructor; uno de sus roles de a bordo.
Durante el año, el destructor ha participado de varias actividades y lleva contabilizados muchos días de navegación entre las diversas Etapas de Mar y la denominada Operación Fortaleza, y alistándose en los próximos días para su participación en el Ejercicio Combinado Fraterno, que realizan periódicamente las Armadas de Argentina y de la República de Brasil.
Monzón cuenta que el año pasado quedó preseleccionado para ir de comisión a la Antártida, pero finalmente no se dio: “Así que espero poder ir algún día, invernar en el continente blanco es un sueño a cumplir y me encantaría tener esa experiencia”, expresa.
“Cada año es un desafío para nosotros, es impredecible, no sabemos que nos depara e incluso en vacaciones no sabés cuándo te van a llamar para regresar; estamos al servicio y a la orden, siempre”, enfatiza.
“La Armada Argentina y servir a la Patria significa para mí ser una persona de bien, ayudar en lo que uno pueda al prójimo; cuidar, querer y defender lo nuestro”, destaca el marino de Ledesma con orgullo y convicción.
Este año, además de su rutina de a bordo, continuará estudiando para el próximo ascenso de jerarquía en su carrera como suboficial de la Armada: de Cabo Primero a Cabo Principal.
A pesar de la distancia, Emmanuel se mantiene en contacto con su familia, habla mucho con su mamá y se cuentan todo: “Es difícil la lejanía, pero el desarraigo no me impide seguir en carrera, me gusta mucho. Ahora vivo en Punta Alta (ciudad cercana a la Base Naval Puerto Belgrano donde tiene apostadero el DESI) hace 3 años ya”.
Dice que extraña muchas comidas típicas del norte argentino como el locro, el arroz azafranado, y el picante de pollo que hace su madre. También lo hacen en Bolivia, asienta, y detalla cómo es la preparación y sabores: con mote blanco (maíz), papa negra, una pieza de pollo, maní y una salsa bien picante de ají.
En licencias cortas, cuenta que visita a dos de sus hermanas que viven en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y si tiene más días, no duda en ir en auto, colectivo o avión hasta Jujuy, unos 2 mil kilómetros de distancia desde Punta Alta, al sur de la provincia de Buenos Aires. También sus afectos vienen a visitarlo a donde él se encuentre y el servicio lo demande.
Gaceta Marinera