Yuka, hallado en 2011 en la región rusa de Yukagir, se encontraba tan bien conservado que su piel y su pelaje rojizo parecían recién muertos. Hasta ahora se creía que el ARN, una molécula extremadamente frágil, no podía sobrevivir al paso de milenios. Sin embargo, el equipo consiguió aislarlo del tejido muscular del animal, determinando qué genes estaban activos en el momento de su muerte. Según explicó el paleogenetista Emilio Mármol, primer autor del estudio, “aislar ARN nos permite conocer mucho mejor cómo era su biología cuando estaban vivos”.
Los investigadores analizaron muestras de diez mamuts y recuperaron ARN de tres de ellos, siendo Yuka el mejor preservado. En ese tejido observaron señales normales del músculo, pero también rastros vinculados al estrés, un dato que coincide con la hipótesis de que el ejemplar fue perseguido por depredadores antes de morir. El análisis permitió incluso corregir una idea previa: el mamut no era hembra, sino un macho joven, algo que no había sido evidente a partir del ADN.
El trabajo, publicado en la revista Cell, abre un campo novedoso en la paleogenética. Hasta ahora solo se había logrado extraer ARN de restos mucho más recientes, como el de un cánido de 14.000 años. El genetista sueco Love Dalén, otro de los autores, destacó que los resultados demuestran que estas moléculas “pueden sobrevivir mucho más tiempo del que se creía”, lo que permitiría estudiar qué genes estaban activos en animales extintos e incluso secuenciar virus antiguos conservados en restos de la Edad de Hielo.
El hallazgo ya despertó el interés de Colossal, la empresa estadounidense que busca “desextinguir” al mamut utilizando al elefante asiático como base genética. Aunque Mármol reconoce que la compañía se interesó por las herramientas usadas para extraer ARN, se muestra cauto sobre esa posibilidad. “No creo que se puedan reintroducir poblaciones de estos animales y que sean sostenibles en el tiempo. Además, no creo que sea posible desextinguir ninguna especie, solo traer de vuelta ciertos caracteres internos y externos”, aclaró. Como ejemplo más viable mencionó al tigre de Tasmania, cuyo entorno natural aún existe.
Desde Francia, el especialista en ADN antiguo Nicolás Rascován valoró el avance y recordó que el ARN, especialmente el mensajero, ofrece una lectura más fina: no solo permite conocer la información genética, sino también cómo se expresa. Con esa perspectiva, los científicos podrán comparar procesos biológicos entre mamuts y elefantes actuales. La limitación es que, por ahora, solo se trabajó con tejido muscular, y cada órgano tiene su propio patrón de ARN, por lo que los resultados no pueden extrapolarse sin nuevas muestras.
Fuente: La Nación
