El Suboficial Primero Maquinista con orientación en motores nació el 20 de abril de 1978 en un pequeño pueblo sanjuanino: Media Agua, en el Departamento Sarmiento. Allí, Jorge vivió hasta los 18 años, cuando de paseo por la ciudad capital de su provincia le llamó la atención una frase, escrita en un cartel de la Delegación Naval San Juan, que lo invitó a entrar y pedir información.
“Armada Argentina, una puerta al mar y al mundo”, decía. La curiosidad adolescente hizo que Jorge entrara en la oficina, donde lo recibieron unos suboficiales que estaban a cargo del ingreso en la Fuerza. “Me dieron la información y enseguida me anoté; no pensé que iba a llegar tan lejos, vengo de una zona de montañas, muy lejos del mar”, confesó el marino sanjuanino.
Jorge Luna Torres tiene 44 años y 25 de carrera naval, siendo hoy Suboficial del cargo Propulsión turbinas crucero Tyne en el destructor ARA “La Argentina” de la Flota de Mar, con asiento en la Base Naval Puerto Belgrano (BNPB), al sur de la provincia de Buenos Aires, a 1.200 kilómetros de su provincia natal.
“Una vez que entré a la Armada Argentina empecé a conocer la Institución, a la que le tomé un cariño importante. La Armada me ayudó a crecer como persona y a desarrollarme como profesional”, comentó el suboficial sanjuanino, quien dejó entrever su constante espíritu de superación y ganas de seguir aprendiendo.
Jorge contó que, además de su carrera como Suboficial en la Armada, en 2005 se recibió como Técnico Superior en Seguridad e Higiene y Control Ambiental Industrial en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº 190 de Punta Alta, ciudad cercana a la BNPB donde se encuentra destinado.
Allí reside junto a su esposa y 3 de sus 4 hijos, ya que el mayor es Policía Bonaerense, está casado y vive en la ciudad de Bahía Blanca. Luego de cumplir con sus responsabilidades en la Marina, Jorge realiza trabajos de mecánica en el ámbito civil, algo que comenzó como un hobby y se convirtió con el tiempo en un emprendimiento personal.
Aquella frase que lo motivó a ingresar, aún está presente en su cotidiano, ya que la Armada Argentina le brindó a Jorge la oportunidad de hacer dos viajes a bordo de la fragata ARA “Libertad” por el mundo y tres campañas antárticas.
Como buen marino, confiesa que disfruta mucho de su destino en un buque donde, como Suboficial con muchos años de experiencia, trasmite a diario sus conocimientos a los más jóvenes: “Me motivan mis principios y mis pasos dentro de la Institución e intento transmitir todo lo que sé a la gente que hoy en día tengo a cargo”, aseguró el Suboficial maquinista. “Trato de que vean la Armada como la percibo yo, esa puerta al mar y al mundo”, destacó. Y es así como Jorge Ramón vive la Armada a diario, con vocación de servicio a la Patria.
Aunque su vida transcurre hoy en la Armada y reside en Punta Alta, vuelve con frecuencia a Media Agua donde aún viven sus padres y su hermana, quien formó su propia familia. Allá también se encuentran sus amigos de la infancia. “Algunos son médicos, otros arquitectos… y yo marino”, dijo con orgullo de pertenencia.
En un futuro, Jorge aspira a completar su carrera naval como Suboficial Mayor y seguir acompañando a las nuevas generaciones en el camino y los desafíos que la Institución les plantee: “La Armada es parte de mi familia. Desde que ingresé conocí acá a grandes personas y aprendí muchísimo de ellas. Para mí es un honor servir a la Patria, a la Armada, y continuar este legado”, dijo el marino de San Juan, al tiempo que recordó con entusiasmo sus primeros años de Armada: “Caminar por las calles de Londres de muy joven, recorriendo el mundo en la fragata no lo había imaginado nunca. Fui a la Antártida a bordo del aviso ARA ‘Suboficial Castillo’, donde conocí muchas bases y lugares hermosos”.
De la montaña al mar
Jorge Ramón habla con cariño de Media Agua, su ciudad natal; un pueblo de 20 mil habitantes que en su gran mayoría eligen trabajar en el campo. “Lo que más extraño de mi lugar, además de los afectos, son los paisajes”, dijo con seguridad. “El pueblo y la casa de mis padres se encuentran al pie de la precordillera; es hermoso y hay mucha paz. El Aconcagua está a 170 kilómetros de ahí”, aseguró. Y reveló la particularidad de su pueblo: “Es una ciudad conocida por sus viñedos y vinos, pero muy reconocida por el ‘melón de media agua’, fruta que se cosecha allí y llega a todo el país”.
De muy joven partió de San Juan a Buenos Aires, y confesó que la Armada le brindó grandes oportunidades y, por ello, de alguna manera hoy hace una devolución de todo lo aprendido enseñando a los más jóvenes de “La Argentina” y de la Armada, ya que sale de comisión con ellos cuando otros buques navegan.
Volver a su provincia hacia el final de su carrera sería un sueño hecho realidad: “Me encantaría poder trabajar en aquella delegación e incorporar más sanjuaninos a la Armada”, concluyó con alegría.
Gaceta Marinera – Mar Adentro