En 1812 ingresó en el entonces servicio nacional marítimo como marinero, iniciándose en la vida naval desde el más bajo cargo. El 15 de mayo de 1814 se embarcó en la sumaca “Trinidad”, incorporada a la Escuadrilla de Brown, con el objetivo de hacer frente a las pretensiones realistas españolas y en el Combate de Arroyo de la China –cercano a la actual ciudad de Concepción del Uruguay– tuvo su bautismo de fuego.
Una vez obtenida la independencia, su gran admiración por Bernardino Rivadavia lo volcó a las filas unitarias. Con grado ya de Teniente, en 1818 fue designado Comandante de la cañonera Nº 7, con la que se enfrentó a las fuerzas del entrerriano Francisco Ramírez en varias batallas. Fue reconocido como “el hombre más valiente de la Marina Nacional”, gracias a su destacada y heroica actuación durante el abordaje de su nave por parte de otras tres similares del bando contrario, en donde el propio Rosales debió luchar cuerpo a cuerpo, logrando dar muerte al Comandante enemigo.
Al iniciarse la guerra contra el Imperio del Brasil, le fue asignado a Rosales el comando de la cañonera Nº 6, con la que intervino en el primer combate contra la escuadra brasileña, en febrero de 1826.
Terminado su cometido, cuando regresaba a Buenos Aires con su división, debió asistir a Brown en Los Pozos, que era atacado por los brasileños. El combate terminó con la retirada de las 31 naves atacantes. Por su honrosa conducta, Rosales recibió los despachos de Capitán el 1º de julio de 1826.
El 30 de ese mismo mes asistió a la memorable batalla librada por Brown frente a Quilmes. Como Comandante de la goleta “Río”, merced a una maniobra rápida y audaz, logró situarse por la aleta de babor de su Almirante, y metiendo el bauprés por la popa de éste, lo cubrió con un solo cañón, deteniendo el movimiento de enfilada iniciado por una corbeta enemiga.
Finalizada la guerra contra el Brasil se produjo la revolución unitaria encabezada por el General Lavalle, quien derrocó y mandó a ejecutar al gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, de tendencia federal. Rosales se manifestó partidario de Lavalle y fue designado Comandante de la Escuadrilla de Auxilio en la campaña contra las fuerzas federales, ascendiendo al grado de Coronel de Marina a principios de 1829.
En septiembre del año siguiente tomó la goleta “Sarandí” y huyó con su cargamento a la costa uruguaya, para incorporarse a las fuerzas de Lavalle. Sería su última actividad a favor de una causa que consideraba justa.
Al instalarse Juan Manuel de Rosas en el poder, Rosales fijó su residencia en Las Vacas, actual ciudad de Carmelo, al frente de una pulpería. Se sentía abrumado por sus pesares, viendo a su Patria en manos que la oprimían sin compasión. Por su clara postura a favor de la causa unitaria, fue privado de su grado y borrado de la lista militar.
Fue en esa época que falleció su viejo compañero Espora (julio de 1835) y ya el propio Rosales estaba aquejado por una grave enfermedad.
Fallecimiento y legado
En la noche del 20 de mayo de 1836 rodeaban el lecho del insigne marino varios militares, compatriotas y compañeros de armas. Allí, y antes de expirar, expresó como última voluntad que sus restos descansen en su país.
El nombre de este prócer argentino fue puesto por primera vez en 1874 a un bergantín goleta, luego a una torpedera de mar, a un destructor tipo Fletcher en 1961 y actualmente lo porta la corbeta misilística tipo Meko 140.
Cuando en 1945 se logró la autonomía de Punta Alta, ante la necesidad de bautizar al nuevo Partido, se pensó en el nombre de algún marino para reconocer la relevancia de la Armada en el distrito.
La elección recayó en el Coronel de Marina Leonardo Rosales, que integra, junto a Guillermo Brown y a Tomás Espora, la trilogía de grandes héroes navales de la Armada Argentina.
Recién en 1996, y a poco de cumplirse los 204 años de su nacimiento, pudo cumplirse la última voluntad de Rosales quien, comprometido con su bandera, pidió que sus restos descansaran en suelo argentino.
Éstos fueron embarcados en el Puerto de Montevideo a bordo de la corbeta ARA “Rosales”, para arribar a Buenos Aires los primeros días de octubre de ese año y seguir camino hacia la Base Naval Puerto Belgrano.
Un mes después, tras una procesión a través de la dársena y por las calles de la base naval y de Punta Alta, los restos fueron depositados en el mausoleo de la Parroquia María Auxiliadora. La elección de la fecha no fue casual, pues se la hizo coincidir con el natalicio del prócer, el 5 de noviembre de 1792.
Fuente:Gaceta Marinera