El Cabo Segundo Cocinero Leonardo Quiroga es el primer integrante de la Armada Argentina en conformar la dotación de la base conjunta antártica San Martín, administrada históricamente por el Ejército Argentino y actualmente por el Componente Terrestre del Comando Conjunto Antártico.
Este año se dio inicio a la conformación de las dotaciones de las bases conjuntas con personal perteneciente a las tres Fuerzas Armadas: Armada, Ejército y Fuerza Aérea.
Es así que las bases Belgrano II y San Martín cuentan entre su dotación con un Suboficial de la Armada y, en contrapartida, la base Orcadas –administrada históricamente por la Armada Argentina– tiene en su dotación a un Suboficial y un Sargento cocinero del Ejército Argentino. En todas estas bases antárticas conjuntas se suma, además, personal de la Fuerza Aérea, dependiente del Servicio Meteorológico Nacional, que efectúa el aporte científico en cada una de ellas.
Este primer año se implementó dicha conformación conjunta con el personal militar de servicios y de sanidad, “porque es compatible en todas las bases”, aclaró el Comandante del Componente Naval del COCOANTAR; pero la idea a futuro es hacerlas cada vez más conjuntas; salvo en el caso de los jefes y subjefes de cada base, que seguirán siendo de la Fuerza a la cual pertenece su componente, es decir, en el Componente Naval habrá un integrante de la Armada, en el Terrestre uno del Ejército y en el Componente Aéreo uno de la Fuerza Aérea.
Pionero en base San Martín
El Cabo Segundo Quiroga, con sus 24 años de edad y una sonrisa afable, nunca imaginó que iba a vivir la experiencia de ser el primer integrante de la Armada Argentina en formar parte de la dotación de la base conjunta antártica San Martín, compuesta por 20 integrantes: 15 del Ejército Argentino –entre ellos la primera mujer que invernará en la historia de esa base, una teniente médica–, dos meteorólogos de la Fuerza Aérea, dos científicos de la Dirección Nacional del Antártico y él, de la Armada Argentina.
A pesar del poco tiempo que lleva en la institución, ha demostrado deseos de superación. Tras haber egresado en 2016 con uno de los mejores promedios de la Escuela de Suboficiales de la Armada –situada en la Base Naval Puerto Belgrano, lindante a la ciudad de Punta Alta de donde es oriundo– su primer destino fue la fragata ARA “Libertad”: “Tuve la suerte de hacer ese viaje”, dice tímidamente.
Su segundo destino fue la Escuela Naval Militar en Río Santiago. Estando allí, sus ansias de conocer y aprender lo impulsaron a que se presentara como voluntario para invernar en la Antártida, teniendo que competir con otros interesados para lograr ese objetivo. Después de los exámenes médicos y psicológicos, finalmente fue uno de los seleccionados para hacer el curso de Adiestramiento Antártico Conjunto llevado a cabo en la sede del Comando Conjunto Antártico, junto a otros efectivos de la Armada, del Ejército, de la Fuerza Aérea y del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), en ese momento, futuros integrantes de las dotaciones de las bases argentinas en la Antártida. “Venir a la Antártida me pareció una oportunidad única. Gracias a Dios me tocó”, expresó el Cabo Quiroga emocionado.
La preparación
El curso, que tuvo ocho meses de duración –desde marzo hasta fines de octubre– incluyó una etapa práctica en Neuquén, en el Centro de Adiestramiento Antártico de Caviahue-Copahue, que tiene condiciones climáticas extremas semejantes al continente blanco.
Durante 25 días realizaron un entrenamiento físico e intelectual para adecuarse a las exigencias psicofísicas, a las extremas condiciones meteorológicas y al aislamiento al que se estarán expuestos en la Antártida.
Los participantes recibieron instrucción de esquí; supervivencia; navegación terrestre; conducción de vehículos antárticos como motonieve; rescate de personas; actividades de mantenimiento de base; operación con aeronaves y operación con botes neumáticos.
Asimismo, tuvieron que pasar la noche en una zona próxima a Copahue simulando una patrulla o tareas fuera de la base, a fin de recrear la experiencia de pernoctar fuera, lo que incluyó construcción de un iglú.
Previo a esta etapa práctica, cada uno se capacitó de acuerdo a las tareas que realizará en la Antártida ya sea como cocinero, médico o mecánico, entre otras. Concluida la etapa en Caviahue, tuvieron otra de capacitación general sobre política y geografía antártica, biología, protección medioambiental, meteorología y sanidad, entre otras temáticas.
Finalizado este período de agotadoras jornadas llegó el momento de selección de las bases que lo tomó por sorpresa: “Pensé que iba a ser dotación de Orcadas, pero en el transcurso del curso me dijeron que iba a invernar en San Martín. Yo, como cocinero, obviamente voy a estar en parte en la cocina pero sé que hacen muchas actividades diferentes a las que se hacen en la base Orcadas, donde normalmente vamos los de la Armada”.
Antes de viajar hacia la Antártida a bordo del rompehielos ARA “Almirante Irízar”, sus últimos meses los transcurrió en compañía de sus compañeros integrantes de la dotación entrante de base San Martín, con quienes trabajó codo a codo durante la etapa de alistamiento de toda la carga necesaria para la invernada. “Siempre tratamos de estar unidos”, destacó.
Conformada por su mamá María Mercedes, su papá Alfredo –enfermero del Hospital Municipal “Eva Perón” de Punta Alta–, su hermano mayor Ariel y su “hermanito” Mauro, su familia junto a sus amigos y su novia son los encargados de brindarle a Leonardo el sostén emocional para transitar esta nueva experiencia que lo va a mantener alejado en distancia y tiempo. “Cuento siempre con el apoyo de ellos, que son los que me dan fuerzas”, dice y añade: “Están muy orgullosos y muy contentos. Extrañándonos, pero saben que esto me sirve mucho en mi carrera, para mi futuro, y que además es una oportunidad y una experiencia que muy pocos tienen”.
“Es un orgullo estar en la Armada. Esto para mí no es sólo un trabajo, sino que también es una aventura, una forma de vivir distinta. Por ahora los pasos que estoy dando son muy importantes en lo que va de mi carrera”, dice el joven Cabo Segundo, que siguió la estela de sus abuelos, materno y paterno, quienes formaron parte de las filas de la Armada como suboficiales.
“Cuando ingresé soñaba con esos destinos pero nunca creí que iba a llegar en tan poco tiempo, que como Cabo Segundo iba a ser destinado a la fragata ‘Libertad’ y ahora a una base antártica. Gracias a Dios me tocó ser el primero y voy a hacer lo posible y lo mejor que tengo para hacer quedar bien a la Armada. Es algo positivo que nos juntemos entre las Fuerzas, porque todos tenemos algo bueno para demostrar”.
Gaceta Marinera