El instrumento, que se utiliza para registrar la intensidad, duración y otras características de los temblores de la tierra, fue donado al personal científico de la sede argentina y aportará datos a una red internacional para la detección e investigación sísmica. “Permite que estudiantes puedan participar de una red mundial y así entender cómo funciona la ciencia en general: diseñar un equipo, medir, compartir los datos con otros interesados, sin conocerse, a miles de kilómetros”, contó el doctor Walter Cravero, a cargo del proyecto. “No hay muchos de este tipo en Sudamérica”, agregó.
Fue construido en la cátedra Laboratorio I de la carrera Geofísica, que dirige Cravero, y participaron los alumnos y alumnas Agustina Martín, Celeste Novak-Merkel, Irina Méndes, Andres Costa, Martín Fernández Vita; el profesor en Física Francisco Sáenz y -en forma remota desde Europa- Giuliano Fischetto, a punto de recibirse de licenciado en Física.
A su vez, colaboraron Pablo Orellana, no docente del Laboratorio de Física, y personal de apoyo de electrónica del Instituto de Física del Sur (IFISUR).
Los estudiantes tienen entre 24 y 26 años y el proyecto de sismógrafos educativos es optativo, por lo que se suman los jóvenes que desean hacerlo de manera extracurricular, de las distintas carreras del departamento.
La idea comenzó en 2018”. Hicimos dos sismógrafos, con buenos resultados de medición -logramos detectar movimientos sísmicos de México, Alaska y Tierra del Fuego- y el tercero surgió con la noticia del viaje del rector de la UNS a la Antártida”, explicó el investigador.
Agregó además que “se trata de sismógrafos educativos, posibles de armar con pocos y sencillos elementos, como resortes que venden en jugueterías, una masa y una plaqueta Arduino, y con los conocimientos de alumnos de los primeros años de Geofísica o Física”.
El sismógrafo fue entregado por el rector, doctor Daniel Vega, en su reciente visita al continente antártico, en la sesión especial del Consejo de Ciencia y Tecnología.
“Además del uso que se podrá darle, nos pareció un símbolo que, como parte del equipamiento científico de las instalaciones argentinas en la Antártida también haya un equipo construido por estudiantes de una universidad pública”, explicó Vega.
El sismógrafo va a ser operado por el personal de la citada Base, y los datos generados serán compartidos en tiempo real a todo el mundo, de manera pública. Además, la propuesta incluye que los alumnos de las escuelas de la Base Esperanza puedan unirse al proyecto y construir su propio instrumento, explicó Cravero.
En la escuela Nº 38 “Presidente Raúl Alfonsín” cursan quince niños, niñas y adolescentes de entre 3 y 16 años, y es la única institución escolar de la Antártida.
Francisco es docente y becario del departamento de Física y resaltó la importancia del trabajo en conjunto para llevar el primer sismógrafo institucional al continente antártico.
“Logramos un diseño de un costo ínfimo respecto de equipos científicos importados, con un valor menor a cincuenta dólares”, valoró.
“La idea es diseñar y construir sismógrafos de bajo costo que puedan ser construidos y operados por estudiantes de nivel medio y aprovechados como recurso didáctico, así como también constituir una red colaborativa para la detección de sismos. Si bien la entrega a escuelas se vio impedida por la pandemia, la idea es hacerlo próximamente”, mencionó Sáenz.
Giuliano colaboró de forma virtual, habida cuenta que se encuentra trabajando en Cracovia, Polonia. En unos días, presentará su tesis para la Licenciatura en Física.
“Estando en Bahía, colaboré con el diseño electrónico de las plaquetas. Y desde el exterior, pude colaborar recordando cómo era la calibración del sistema y sugiriendo algunas posibles soluciones a los problemas que fueron surgiendo, ya que tuvimos una semana para preparar todo antes que despegue el vuelo hacia el Polo Sur. Saber que llegó un lugar tan remoto e importante para la ciencia como lo es la Antártida, es algo increíble”, dijo.
Agustina Martín Pedrol, de 24 años, y alumna avanzada de la licenciatura en Geofísica, y contó: “Participé de la propuesta porque es un espacio para aprender, y realmente lo fue! Nos vimos en la necesidad de resolver situaciones de manera rápida, con compañeros con los que no cursamos e incluso a la distancia. Que el sismógrafo haya llegado a la Antártida es un paso grande para el grupo. Me parece además fantástica que sea una iniciativa orientada a despertar el interés por la ciencia en los chicos, que tengan la posibilidad de crear uno en sus escuelas y ser parte de un sistema internacional”.
Del proyecto Simógrafos UNS también participaron en ediciones anteriores, los ya graduados Melina Gisel Ríos, Sabrina Beninato, Joaquín Acedo, Luna Armoa y Cristal Oteiza.
Para mayor información pueden dirigirse a sismografouns@gmail.com
Prensa UNS